Hoy, nos encontramos en una encrucijada política en la que los mismos funcionarios que deberían ser juzgados por su desempeño pretenden convertirse en nuestros líderes electos. Hugo López-Gatell Ramírez, ex subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, se postula para competir por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Una candidatura que no solo es audaz sino, a muchos nos parece, vergonzosa.
Su expediente como «estratega» de la pandemia de Covid-19 está marcado por errores fatales y decisiones cuestionables. Recordemos que, para López-Gatell, «quedarse en casa» sustituyó la atención médica hasta que era demasiado tarde. Minimizó la gravedad del virus, desestimando el uso de cubrebocas y la importancia de las pruebas para detectar el virus. Aseguró que 60,000 muertes serían un «escenario muy catastrófico», pero hoy las cifras oficiales superan las 500,000, mientras que las extraoficiales hablan de 800,000.
Entonces, ¿por qué este personaje se lanza a la arena política? La respuesta parece clara: busca el fuero. Ese manto protector que evita que los funcionarios sean juzgados penalmente por sus actos durante su gestión. Sí, el fuero como blindaje contra cualquier acusación, incluso aquellas que podrían ser penales dada la negligencia demostrada.
Al considerar la aspiración de López-Gatell, uno no puede evitar cuestionar las dinámicas de poder en MORENA. La relación entre él y Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la CDMX, siempre ha sido tensa. Ella, que ha manejado la pandemia con un enfoque más científico, parece haber perdido la batalla por la candidatura a alguien que ha demostrado carecer del juicio necesario para tal posición.
Al final, las futuras elecciones en la CDMX se perfilan como un escenario donde los ciudadanos tendrán que elegir entre males menores: un médico negligente, una alcaldesa con señalamientos de mal manejo y un personaje vinculado con represores.
Pero por encima de las estrategias políticas y los juegos de poder, el mensaje de López-Gatell es una alerta para el electorado: no será juzgado por su historial si logra escudarse detrás de un cargo público. Ahí reside el verdadero peligro de su candidatura, un intento de evadir la justicia a plena luz del día.
En la retórica de la 4T, se habla de acabar con la impunidad y luchar por la justicia. Sin embargo, el caso de López-Gatell demuestra que incluso en las altas esferas de la política actual, la impunidad sigue siendo el mayor premio a obtener. Una situación que debería alarmarnos a todos. Y por ello, en lugar de brindarle fuero, quizás deberíamos pensar en brindarle un brazalete electrónico, y llevarlo ante la opinión pública y los tribunales. Esa sería la verdadera transformación que México necesita.