Blog
La doble medición para Verónica Delgadillo en Guadalajara: aprobación y miedo

En Guadalajara, la política se mide con encuestas y el miedo con silencios. Mientras Verónica Delgadillo presume que la ciudadanía aprueba su gestión al frente del municipio con una calificación de casi siete sobre diez, los mismos tapatíos confiesan que se sienten inseguros en sus calles, en el transporte público y hasta en la puerta de su casa. Dos realidades que conviven como vecinas incómodas: la de la satisfacción estadística y la de la zozobra cotidiana.
La Encuesta de Seguridad Urbana del Inegi revela que sólo 27% de los habitantes de Guadalajara cree vivir en un municipio seguro. En el transporte público, 53% de los usuarios lo consideran un espacio de riesgo, y en las colonias el porcentaje de quienes han estado en un conflicto vecinal supera el 60%. Si sumamos, tenemos una ciudad con las manos alzadas en aprobación política, pero los ojos abiertos en insomnio ciudadano.
No es casualidad que mientras la alcaldesa logra aprobar su desempeño en temas de servicios públicos, limpieza y programas sociales, los habitantes enumeren como principales problemas los baches, la falta de agua potable y la inseguridad. La política, se sabe, es el arte de mostrar la vitrina reluciente, aunque la trastienda huela a humedad.
Los números que avalan a Delgadillo no son falsos, pero tampoco cuentan toda la historia. Se parecen más a la boleta de calificaciones de un estudiante aplicado en los deberes formales, pero incapaz de enfrentar al matón del barrio. En otras palabras: se gobierna la estadística, pero no la calle.
Los gobiernos de MC, nos dicen los datos, mantienen la percepción de que han sido “buenos” o “muy buenos” en Guadalajara. Una maquinaria electoral aceitada a pulso, donde la narrativa del cambio se sostiene en conferencias de prensa y en redes sociales. Pero las banquetas agrietadas, los tiroteos en colonias populares y la sombra de los desaparecidos son grietas que ningún tuit puede tapar.
Si el laboratorio naranja se empeña en mostrar que todo marcha bien, la encuesta del Inegi se encarga de desnudar la contradicción: Guadalajara lidera en percepción de inseguridad en calles y transporte público, por encima de Zapopan, Tonalá o Tlajomulco. La capital de Jalisco es, con datos oficiales, el epicentro del miedo metropolitano.
La pregunta es inevitable: ¿qué significa que una alcaldesa tenga una aprobación aceptable mientras la población vive en vilo? La respuesta no es cómoda: significa que la política ha logrado convertirse en anestesia. Que el ciudadano puede quejarse de la inseguridad y al mismo tiempo aplaudir a quien debería resolverla. Un fenómeno que en el fondo explica cómo el miedo convive con la resignación.
Guadalajara, como laboratorio electoral, se enfrenta al verdadero examen en 2027, cuando la narrativa de “ciudad transformada” choque con la percepción de “ciudad sitiada”. Para entonces, las gráficas de aprobación ya no bastarán si la población sigue sintiéndose rehén en sus propias calles.
Porque las encuestas se archivan, pero las calles hablan; y lo que gritan hoy los tapatíos es que viven en la capital de la inseguridad, aunque los gobernantes insistan en venderles la postal de una ciudad que progresa.
En X @DEPACHECOS