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Laura Itzel Castillo: la discreción que incomoda

En política, la discreción suele confundirse con debilidad. Pero a veces es justo lo contrario: un arma de doble filo que permite moverse sin levantar sospechas y ocupar espacios clave en silencio. Ese parece ser el caso de Laura Itzel Castillo Juárez, la recién electa presidenta del Senado.
Su nombre quizá no resuena con el estruendo de otros cuadros de Morena, pero su trayectoria tiene raíces profundas. Hija de un clan político vinculado desde los años ochenta a la izquierda nacionalista, Castillo se ha movido siempre entre las corrientes obradoristas más leales. No pertenece al ala estridente, ni al grupo de los “rebeldes” que buscan reflectores en cada pleito; su capital es otro: la lealtad absoluta a la 4T y la capacidad de tender puentes sin perder firmeza ideológica.
Castillo llega a la presidencia del Senado con el respaldo directo de Claudia Sheinbaum. Es, en términos prácticos, una garantía de continuidad y disciplina legislativa. A diferencia de Gerardo Fernández Noroña, cuyo protagonismo solía incomodar incluso dentro de Morena, Castillo ofrece a la presidenta la tranquilidad de un Senado alineado.
Detrás de ella se mueven operadores clave: la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, con quien comparte visión sobre la reforma electoral, y los gobernadores morenistas que ven en su estilo mesurado una oportunidad para calmar las aguas en el Senado. Al interior del grupo parlamentario morenista, han cerrado filas.
Pero, el inicio de su presidencia no será un camino de flores. Tres tensiones internas se asoman:
- Los radicales morenistas: quienes consideran que la moderación equivale a concesión. Estos sectores presionarán para que Castillo no caiga en “abrazos parlamentarios” con la oposición.
- La oposición fragmentada pero ruidosa: PAN y MC, incapaces de frenar reformas, utilizarán cada sesión para denunciar lo que llaman la “aplanadora legislativa”. Castillo tendrá que administrar el debate sin perder autoridad.
- La sombra de Noroña: su antecesor no se retira de la mejor forma, se va en medio del escándalo en medios y redes sociales.
Que una mujer de perfil bajo ocupe la silla más visible del Senado es también un mensaje político: Sheinbaum quiere que la Cámara Alta deje de ser un escándalo y funcione como caja de resonancia de la 4T. Castillo es la elegida para esa tarea, aunque su figura aún genera dudas: ¿será árbitro imparcial o simplemente garante de la hegemonía oficialista?
El tiempo dirá si la discreción de Castillo se convierte en virtud o en vulnerabilidad. Pero de momento, su sola presencia recuerda aquella vieja máxima: en política, los silencios pesan tanto como los discursos.
En X @DEPACHECOS