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Los puños de la decadencia priista

El espectáculo en la vieja casona de Xicoténcatl no fue una riña de cantina, aunque lo pareciera. La agresión de Alejandro “Alito” Moreno contra Gerardo Fernández Noroña —puños, empellones y amenazas incluidas— es un episodio que desborda lo anecdótico para instalarse como un síntoma de la descomposición política del régimen parlamentario mexicano. No hablamos de un arrebato al calor del debate: lo que se vio fue un operativo de provocación con destinatario y guion definidos.
El priismo, reducido a la caricatura de lo que alguna vez fue maquinaria implacable de poder, encontró en su dirigente un gladiador dispuesto a jugarse la poca autoridad que conserva a golpes. Moreno no se abalanzó solo: lo acompañaron correligionarios, diputados y senadores que, lejos de representar a la oposición responsable, se convirtieron en comparsa de un linchamiento legislativo. La denuncia penal de Noroña, con nombres y apellidos, así lo confirma.
Lo grave es el precedente: un senador de la República agrediendo físicamente al presidente de la Mesa Directiva del Senado justo después de entonar el Himno Nacional. El ritual cívico convertido en antesala del manotazo. El símbolo de la unidad patria convertido en pretexto para el desgarro institucional. Una imagen que retrata, con brutal nitidez, la fragilidad del pacto político.
Moreno, fiel a su estilo, trató de justificarse. Lo llamó “cobarde”, alegó persecución política y hasta apeló a la democracia para victimizarse. Pero las cámaras son más tercas que los discursos: en cámara lenta se observa el momento en que lo jala del brazo y da inicio a la trifulca. En paralelo, un camarógrafo, Emiliano González, fue arrojado al suelo y golpeado. El saldo no solo fue político: hubo lesiones, denuncias y un proceso penal en ciernes.

La explicación es simple: cuando un partido se vuelve irrelevante en las urnas, busca relevancia en el escándalo. Entre menor es su peso real, mayor es su beligerancia. Y el PRI de “Alito” lo sabe. De ahí que la violencia se convierta en estrategia, aunque el precio sea exhibir ante la nación el grado de descomposición al que se ha llegado.
El Senado citará a sesión urgente. Habrá conferencias, declaraciones, videos repetidos en bucle en noticieros y redes sociales. La Fiscalía será invocada como árbitro. Pero lo cierto es que, más allá de los dictámenes legales, lo ocurrido deja una cicatriz en la política mexicana: la tribuna se volvió ring, y el parlamento, circo.
Así, el 27 de agosto de 2025, la historia legislativa sumó un episodio de ignominia. Uno que, como todo zafarrancho, será minimizado por los culpables y sobredimensionado por los rivales. Pero que, leído entre líneas, nos recuerda que cuando se agotan los argumentos, sobreviene la violencia; y que, en México, los partidos en decadencia prefieren incendiar la tribuna antes que asumir su irrelevancia.
En X @DEPACHECOS