La vacuna contra el COVID-19 es todavía una quimera y no va a suponer un cambio drástico al actual escenario, en el que el tapabocas llegó para quedarse, dijo en entrevista con Sputnik el infectólogo Álvaro Galiana, uno de los asesores del Gobierno uruguayo sobre la enfermedad causada por el coronavirus.
«La realidad es que el tapabocas llegó para quedarse, porque lo de la vacuna es relativamente una quimera», expresó Galiana, médico consultor del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que trabaja con la Presidencia de la República.
El especialista, responsable del Servicio de Infectocontagiosos del Centro Hospitalario Pereira Rossell, el mayor centro de salud infantil público de Uruguay, explicó que todo lo que se puede esperar para 2021 es «una vuelta a una nueva normalidad» que necesariamente incluirá el uso de tapabocas.
«La vacuna es algo pensado para las poblaciones de mayor riesgo, pero no cabe esperar que determine un cambio brusco a la situación que estamos viviendo», explicó.
El médico recordó que la inoculación «ni se plantea para niños o adolescentes» y dijo sentir «cierto miedo de una vacuna que se hace en ocho meses».
Uruguay se sumó al fondo Covax, de la Organización Mundial de la Salud, y en una primera instancia tiene aseguradas un millón y medio de dosis de la vacuna contra el COVID-19.
Asimismo, días atrás, durante una visita a Rusia, el canciller Francisco Bustillo destacó los avances que está realizando ese país con su vacuna Sputnik V, que el Gobierno uruguayo está analizando la posibilidad de adquirir.
Pandemia instalada
Con un promedio de casi 230 casos diarios en los últimos diez días, lapso en el que fallecieron diez personas (11,5% del total de muertes desde el inicio de la pandemia en el país, el 13 de marzo), Uruguay dejó de ser la isla a la que el COVID-19 apenas había llegado y ahora está cara a cara frente al virus.
«[La pandemia] es lo que estamos viviendo ahora en Uruguay», dice Galiana, para quien esto se explica a partir de una actividad ciudadana creciente, derivada de «la percepción» de que el país estaba bien.
«Las excepciones a la regla se empiezan a multiplicar; venimos con retraso respecto al mundo, pero todo llega», afirmó.
Uno de los factores que propiciaron esta expansión fue la apertura de fronteras, que permitió que «empezaran a venir desde el exterior los primeros focos», observó el especialista.
A esto se sumó «la alta circulación de gente, la falta de percepción de la gravedad de la situación, el cansancio provocado por el aislamiento, la sensación en los adultos jóvenes de que no les va a pasar nada; son factores que actúan como nafta a la que se le acerca un fósforo», explicó.
Para Galiana, la respuesta del Gobierno uruguayo a la pandemia es la correcta, con un aumento exponencial de la cantidad de personas que trabajan en el seguimiento, incremento de los estudios diarios de PCR y medidas de contención.
«Se trata de hacer seguimientos, pero es una tarea cada vez más difícil, porque a medida que aumentan los casos se van escapando las posibilidades de ejercer un control matemático, como teníamos en abril o mayo», advirtió.
Sin embargo, entiende que el país no se encuentra en un punto crítico, ya que «el sistema de salud está preparado para responder» y tiene camas suficientes en cuidados intensivos para atender todos los casos de COVID-19 que se presentan.
Uruguay finalizó el mes de noviembre con 18 personas en cuidados intensivos, un récord para el país en el marco de la pandemia.
Sin embargo, diez días después, la cifra aumentó 55%, y al 9 de diciembre eran 28 las personas internadas en CTI a causa del COVID-19.
Parecidos al mundo
Uruguay, el país que a comienzos de la pandemia fue puesto como ejemplo por expertos internacionales por su manejo de la pandemia, hoy «se parece más al resto del mundo», aunque tiene «una infraestructura montada para evitar que esto progrese en forma desmedida», explicó Galiana.
Las fiestas de fin de año, las salidas, las reuniones y la movilidad creciente en estas fechas, con el verano a la vuelta de la esquina, son factores que preocupan a las autoridades y los especialistas, pero para el infectólogo, son aspectos que «hay que aprender a llevar siguiendo los protocolos».
«Esto va a demorar en resolverse, no tiene una fecha de finalización, así que tenemos que llevar la vida corriendo el riesgo de que pase lo que está pasando, porque la vida continúa», dijo.
En ese sentido, entiende que no sería buena idea plantear una cuarentena obligatoria o un toque de queda, como se hace en otros países, sino que se debe apostar a «la conciencia; a la gente le cuesta entender, pero tendrá que irlo haciendo».
Respecto a las restricciones a comercios y negocios de todo tipo, Galiana dijo que se debe «poner en una balanza» lo que se gana y lo que se pierde.
«No podemos hacer que para que la gente no se muera de COVID-19, se muera de hambre; es una jugada muy difícil», afirmó.
Uruguay registró el miércoles 299 casos de COVID-19 y tiene 2.453 personas cursando la enfermedad, según el último informe del Sistema Nacional de Emergencias.
Actualmente hay casos activos en 18 de los 19 departamentos del país, y son 87 las personas que fallecieron a causa del COVID-19 desde el 13 de marzo, cuando la enfermedad llegó a Uruguay.
Con información de Sputnik