OPINIÓN

“La moral es un árbol que da moras”, Gonzalo N. Santos, General revolucionario

Coincido con el presidente López Obrador, la pandemia del Covid-19 nos ha caído “como anillo al dedo”, a diferencia del mandatario, para mi es el parteaguas que podríamos tener de aprender la lección que nos está dejando la indomable curva de contagio y muerte y actuar en consecuencia, más allá de esperar reacciones de los gobiernos, que sea la sociedad la que se vea al espejo y reaccione.

“La solución somos todos”, pregonaba José López Portillo en su eslogan de campaña presidencial allá en 1976, siendo candidato único y que pretendía involucrar al ciudadano en los cambios sociales que se vivían en el país, sin embargo, su sexenio fue un fracaso total y el ingenio mexicano lo cambio por “La corrupción somos todos”, frase que retumba en todos los rincones del país y que la pandemia se ha encargado de escupírnosla en la cara. Los hechos hablan por si mismos y reflejan lo lejos que estamos de ser una sociedad ordenada, generosa, empática y solidaria que pueda nutrir al gobierno de buenos políticos que se preocupen, pero que se ocupen, de las soluciones inteligentes a los grandes males de México, esos que tenemos arrastrando casi desde nuestro nacimiento como nación.

Así pues, los políticos han dado palos de ciego en sus estrategias para informar, concientizar y apoyar a la ciudadanía para prevenir contagios; por el contrario, han privilegiado la comunicación propagandística, esto ha propiciado que los ciudadanos crean que el virus no existe y sigan elucubrando en teorías de la conspiración tendientes a establecer un nuevo orden mundial, lo que ha resultado en lo que padecemos hoy: las tasas de contagio y mortandad más altas del planeta y la saturación de los servicios de salud pública y privada.

Pero lo más deleznable lo vivimos hoy: el gandallísmo en la venta de los insumos del oxígeno, que un amplio sector de la sociedad enferma de coronavirus requiere para sobrevivir a la enfermedad. Tanques que se venden hasta en 50 mil pesos y concentradores hasta en 27 mil, gente sin escrúpulos que rellena con helio y delincuentes que a mano armada roban los preciados tanques, ante la omisión de las autoridades. No hay moral…

La buena: ya hay vacunas, la mala: también el influyentísmo de “servidores públicos” que se han vacunado a la par del personal médico de primera línea, así como el robo de dosis y la falta de una estrategia inteligente de aplicación, nos hace ver que aún nos queda mucho trecho para alcanzar la luz al final del túnel.

¿Seguiremos en la lógica de “el que no transa no avanza”, “con dinero baila el perro” y “la corrupción somos todos” después de la pandemia? ¿O realmente nos veremos desnudos al espejo y nos reconstruimos como sociedad con base en una moral pública y una ética ciudadana que no permita excepciones? En usted amigo lector, está la respuesta.

Por Alfonso García Sevilla.

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