OPINIÓN

La bebé arrojada al canal de Las Pintas: la cuna que nunca fue

Una madrugada cualquiera en El Salto. El canal de Las Pintas, acostumbrado a tragar desechos químicos de las fábricas, amaneció con un nuevo bulto envuelto en bolsas y sábanas. No era chatarra ni vísceras de rastro: era una recién nacida, apenas cinco días de vida.

Los padres, veinteañeros, no eran pistoleros ni criminales de manual. Confesaron que la bebé enfermó, que buscaron ayuda y no la encontraron. Y que, al morir en sus brazos, decidieron arrojarla al agua. Después, entre contradicciones, admitieron lo sucedido. Los policías los esposaron y el Ministerio Público se encargó de la rutina: “detenidos para esclarecer”.

Lo que parece un drama familiar, de jóvenes inmaduros y una muerte prematura, es en realidad un retrato crudo de México. La Fiscalía informó que el cuerpo tenía un golpe en la cabeza, sin precisar si fue antes o después de lanzarla al canal. Los padres juran que fue por desesperación. El Estado, como siempre, dirá que la investigación “sigue su curso”.

Pero la verdad es otra: la niña no murió solo por sus padres. Murió por un sistema de salud colapsado que en Jalisco presume inaugurar quirófanos con listones y cámaras, mientras en barrios enteros la atención neonatal depende de la suerte. La madre, según los reportes, no recibió auxilio en un puesto de socorro. No es casualidad. Es política pública.

El hallazgo encendió la indignación vecinal. Y mientras los medios titulaban con la crudeza obvia —“Encuentran muerta a bebé”, “Arrojan a recién nacida a presa”— los funcionarios se escondieron tras boletines.

El espejo incómodo refleja que cada semana, en este país, mueren bebés por negligencia, pobreza o simple abandono estatal. No ocupan portadas. No provocan comunicados. Son estadísticas invisibles que la burocracia entierra bajo el eufemismo de “defunciones perinatales”.

La bebé de El Salto, anónima en su corta vida, terminó convertida en símbolo involuntario de la miseria institucional. Mientras los políticos se felicitan por “triplicar capacidades quirúrgicas”, la vida de los recién nacidos depende del humor del paramédico en turno o de la existencia de gasolina en la ambulancia.

Hace unos días, el gobernador celebraba la entrega de nuevos quirófanos en el Hospital General de Occidente. “Jalisco avanza”, presumía. La modernidad de utilería que llena spots y redes sociales.

Esa modernidad no alcanzó a la recién nacida de Las Pintas. Su funeral improvisado fue un canal pestilente. Su epitafio: bolsas de plástico flotando entre residuos industriales.

En un país donde la vida de un niño pesa lo mismo que una bolsa de basura, la tragedia no es excepción. Es regla.

En X @DEPACHECOS

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