OPINIÓN

Movimiento Ciudadano: ¿Renovación o reacomodo de fuerzas?

Movimiento Ciudadano Jalisco ha emprendido un proceso de renovación interna que, en los hechos, más que una reestructuración estratégica, parece un reacomodo de piezas dentro de un tablero que ya conocíamos. La reciente designación de 64 nuevos coordinadores municipales ha sido presentada como un paso hacia el fortalecimiento territorial rumbo a 2027, pero deja muchas preguntas abiertas: ¿se trata de nuevos liderazgos o de una rotación de cuadros ya conocidos? ¿Hay una visión política de futuro o simplemente una necesidad de reordenar el cascarón tras la salida de Enrique Alfaro?

El control del proceso estuvo a cargo de Mirza Flores Gómez, actual coordinadora estatal de MC, quien ha buscado mostrarse como el rostro institucional de un partido en transición. En su mensaje, afirmó que “este movimiento se ha convertido en la primera fuerza política de Jalisco y la mejor opción para los jaliscienses”, y lanzó el banderazo simbólico hacia 2027. Sin embargo, el entorno político al interior del partido pinta otro escenario: uno de incertidumbre, de pugnas entre grupos y de espacios que aún no terminan por definirse.

La figura de Alfaro Ramírez continúa proyectando sombra, incluso desde su anunciado retiro de la vida pública. Su salida dejó un hueco que aún no termina de llenarse. La llegada de Pablo Lemus al gobierno estatal representa, en teoría, un nuevo liderazgo, pero la realidad es que su margen de maniobra dentro del partido ha sido acotado por los equilibrios heredados. Los acuerdos que en su momento forjaron Alfaro y Lemus con sus respectivos equipos hoy se reflejan en los nombramientos municipales, donde más que caras nuevas, emergen viejos operadores reciclados.

Por ejemplo, en Guadalajara, el nombramiento de Juan José Ramos —con un historial jurídico ligado al IEPC y al ayuntamiento alfarista— es una muestra de continuidad más que de cambio. En Zapopan, Naraly Ramírez, cercana al alcalde Juan José Frangie, también es parte del círculo ya establecido. En Tlajomulco, Thania Morales —funcionaria actual y brazo operativo del edil Gerardo Quirino— representa otro ejemplo de control político disfrazado de renovación.

Esto confirma que los liderazgos que han dominado la estructura naranja en la última década siguen teniendo la sartén por el mango. No hay, hasta ahora, señales de apertura real hacia nuevos perfiles que provengan de fuera del círculo gobernante. Y eso, más que sumar, puede restar.

Lo que Movimiento Ciudadano intenta vender como un avance hacia la consolidación política, es en realidad una contención de daños. La estructura partidista, golpeada por las divisiones internas y el desgaste de la administración alfarista, necesita mostrarse cohesionada. Pero cohesionarse no es sinónimo de democratizarse. La simulación de participación y la ratificación de cuadros por “consenso” ocultan lo evidente: el partido está operando en piloto automático, sin brújula ideológica clara y con el riesgo latente de fracturas mayores.

El reto judicial también está a la vuelta de la esquina. La elección local de 2027 será una guerra sin cuartel, donde la disputa no solo será entre MC y Morena, sino entre facciones internas que ya se están preparando para posicionar a sus candidatos. Los coordinadores municipales no serán solo operadores territoriales: serán piezas clave en las negociaciones políticas futuras, lo que eleva el nivel de tensión sobre sus nombramientos.

En suma, Movimiento Ciudadano vive un proceso de reacomodo que, si no se maneja con visión estratégica y verdadera apertura política, puede convertirse en una trampa para sus propias aspiraciones de permanencia en el poder. La dirigencia de Mirza Flores tiene frente a sí una prueba decisiva: o construye un nuevo ciclo de liderazgos auténticos y representativos, o seguirá administrando los despojos de una hegemonía que ya muestra signos claros de agotamiento.

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