El conflicto laboral que se vive en los estados norteños de México deja en evidencia cómo, además de soportar condiciones precarias de trabajo que los exponen frente al COVID-19, los trabajadores de las maquilas cargan con el peso de producción trasnacional y la presión externa por retomar una producción no esencial, a costa de su salud.
«Stop makillas» apareció escrito en diversas paredes de ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua la mañana del 1 de mayo, Día internacional de los trabajadores, como una manera de quebrar el aislamiento que impone la prevención del contagio del nuevo coronavirus y la consecuente imposibilidad de realizar reuniones o asambleas.
«Hoy las paredes hablan», es el lema principal de un manifiesto que fue difundido por los trabajadores de las maquilas, que exigen el cese de actividades con el pago íntegro de su sueldo.
Esta rama de actividad que concentra en el norte de México la producción de autopartes y de elementos para el sector aeroespacial, no es considerada una rama esencial de la economía, por lo que debería haber parado actividades de manera obligatoria desde que las autoridades sanitarias de México alertaron sobre la aceleración de los ritmos de contagio de la enfermedad y llamaron a quedarse en casa al grueso de los mexicanos.
Sin embargo, para mitad de abril, solo 141 de las 900 maquilas del corredor Tijuana-Mexicali —en el estado de Baja California— habían parado actividades. Algo similar ocurrió en Ciudad Juárez, dónde la empresa autopartista Lear —una empresa que tiene 52.000 empleados en México— concentró 14 de los fallecimientos que se dieron por COVID-19 en esa ciudad fronteriza. Según la investigación de las reporteras Gabriela Minjárez e Itzel Ramírez, el brote en la maquila fue importado por la visita de unos empresarios europeos a la planta Lear Río Bravo en plena pandemia
Una presión externa
Ciudad Juárez es considerada el centro de origen de la maquila, un tipo de producción que «concentró el diseño, comercialización y fabricación de componentes estratégicos en los países industrializados, mientras trasladó el ensamble de las piezas a lugares baratos», explicó a Sputnik el economista Huberto Juárez, catedrático de la Universidad de Puebla.
La clave de este proceso central de segmentación de la producción capitalista de las últimas décadas está en el diferencial de salarios: es un elemento estructural y sistémico del modelo que el pago que reciben los trabajadores de ciertas partes del mundo sea menor que el de los países centrales, consagrando la desigualdad global entre unos y otros.
«La industria maquiladora mexicana inundó la zona norte del país, desde Tijuana —Baja California, al oeste— a ciudad Victoria —en Tamaulipas, al este— que en primera instancia generó un espectacular crecimiento del empleo, pero con el tiempo se demostró que la maquila depende especialmente del consumo de estos productos en los mercados a dónde va. La industria maquiladora solo vende productos destinados a exportar», señaló Juárez.
Esto es particularmente visible en el sector autopartista, como lo menciona Lear, que manda su producción completa para las fábricas de automóviles en Estados Unidos. «En la industria automotriz se está utilizando el ensamblado just in time que implica el envío a Estados Unidos durante la noche de la producción que se hizo en México durante el día. El sistema está armado de manera tal que no se almacena . Entonces, para poder reactivar las armadoras en EEUU, ellos necesitan que se reactiven las partes de la industria automotriz que están en México», señaló la politóloga Andrea García, experta en relaciones laborales, quien estuvo investigando recientemente las condiciones de trabajo precario en las maquilas mexicanas.
Lo mismo —pero al revés— sucedió durante el paro de actividades que impuso el sindicato de trabajadores UAW de EEUU, cuando presionó por el cierre de plantas en ese país y obligó a entrar en paro técnico a las maquilas mexicanas en marzo pasado.
García señaló que existe un «acuerdo de reapertura de la industria automotriz en Canadá, EEUU y México», que busca que se decrete al sector automotriz como esencial para que en las próximas semanas se reactiven las fábricas.
«Esta presión se da durante el pico de contagios en México, para que un millón de mexicanos que trabajan en el sector maquilador automotriz vuelvan a los centros fabriles, que básicamente son centros de contagio», señaló la fuente, quien explicó que no hay cómo mantener una «sana distancia» de metro y medio sin una reorganización completa del trabajo en la línea, que todavía no se ha hecho.
Mientras tanto, los paros han estallado en todo el sector maquilador ante la falta de una representación sindical democrática que exija a los patrones medidas que cuiden la salud de los trabajadores o siquiera el pago completo de sus haberes a estas megaempresas trasnacionales.
Baja California es el segundo estado mexicano con más cantidad de muertes por COVID-19, lo que está directamente relacionado al no paro de estas actividades esenciales. Mientras tanto, seis trabajadores de la empresa Syncreon Borderland —que produce equipamiento electrónica para automóviles— fallecieron esta semana de COVID-19 en ciudad Juárez, en el segundo mayor brote registrado en esa ciudad fronteriza tras la fatídica situación registrada en Lear, ante la negligencia demostrada por los patrones al negarse a parar actividades.
«Hay un Boletín de la Secretaría de Economía que evidencia las presiones del Gobierno estadounidense al afirmar que es necesario integrar el problema de la salud como componente esencial frente a la necesidad de reiniciar la producción», señaló Juárez.
«Esta crisis está mostrando algo muy importante: que tener auto no es esencial para nadie. Tampoco tener celular o ninguno de los veinte productos dinámicos que concentran un altísimo componente tecnológico y su consumo es masivo, solo son esenciales en términos del lucro capitalista», concluyó Juárez.
Por Eliana Gilet. Sputnik Mundo