Con sueldos recortados hasta 50% pero trabajando la jornada completa, cubriendo en calle sin medidas de protección, los periodistas mexicanos soportan el peso de un ajuste estructural que protege las ganancias de las empresas a costa de una avasallante pérdida de derechos laborales, sin garantía de recuperación al terminar la «crisis».
Aunque los dos relatos que se presenta a continuación no corresponden a reporteros de la ciudad de México, Sputnik ha confirmado que algunos medios capitalinos procedieron de la misma manera: recortando el salario de los trabajadores de la prensa a la mitad sin disminuir el horario ni la exigencia en la cantidad o calidad de la información que deben producir, una medida de ajuste que a todos se les planteó por «tiempo indefinido».
Invisibilizados en medio de la pandemia, los trabajadores de la prensa son una pieza clave en medio de un clima plagado de manipulaciones mediáticas y crisis de veracidad, que además de los riesgos conocidos que vienen de ataques directos de policías y autoridades, han quedado doblemente expuestos por las condiciones precarias en que se ejerce el «mejor oficio del mundo» en el país más peligroso para hacerlo.
Un avance en precariedad
La fuente que brindó a Sputnik el primer testimonio que sostiene este artículo es una reportera de radio que produce información para dos de las diez emisoras que tiene la empresa periodística para la que trabaja, con presencia en dos estados de la República mexicana.
Este relato y el que sigue, se brindan para su publicación con el compromiso de no brindar detalles que puedan identificar a las fuentes.
«Es una empresa grande que tiene alrededor de 200 personas trabajando para ellos en ambos estados y a todos se nos hizo el recorte parejo», dijo a Sputnik la fuente cuyo relato es el primero que se presenta en este texto como muestra del silencioso ajuste que se obligó a los trabajadores de la prensa.
«A finales de marzo, se convocó a una junta con todos los reporteros que usualmente trabajamos de manera remota para la estación de radio porque no solemos estar allí, sino que trabajamos desde donde estemos cubriendo en calle», explicó la fuente.
Aunque la reunión no pudo concretarse porque un par de integrantes del equipo ya habían presentado dificultades en su salud (aunque finalmente no fueron diagnosticados con el nuevo coronavirus), el jefe de información de las estaciones les avisó que a partir de abril su salario sería recortado al 50% y que esa medida se mantendría «hasta que concluyera el proceso»
«Yo señalé que no estaba de acuerdo y que era importante hablarlo con el gerente de la empresa. Cuando nos reunimos con él al día siguiente, nos dijo que básicamente el recorte se hacía por cuestiones de publicidad y aunque los reporteros señalamos que eso estaba contra la ley, porque para recortar el salario se tenía que firmar un acuerdo ante las autoridades, no quisieron hacerlo. Básicamente nos dijeron ‘háganle como quieran’ porque es una decisión tomada», dijo en entrevista con Sputnik.
Si bien el Gobierno Federal abrió la posibilidad de que empresas y trabajadores negociaran reducciones de hasta el 50% del salario para conservar fuentes laborales (que habían mostrado una caída importante incluso antes de comenzar la paralización de actividades no esenciales, el 30 de marzo) se estableció que estos acuerdos debían darse de mutuo acuerdo y registrarse ante las juntas de conciliación y arbitraje local. Esto no fue así en ninguno de los casos que se relevaron para este artículo.
«El descuento se realizó en abril y algunos trabajadores buscamos asesoría legal, pero nos dijeron que tenemos que esperar hasta la reapertura de las juntas de conciliación y arbitraje, que no sabemos cuándo será. En mi caso, al buscar asesoría, me di cuenta que estaba dada de baja en el afore (administradora de fondos para el retiro) que es una de las irregularidades con las que trabajamos», explicó la fuente.
Los reporteros de este medio de comunicación están contratados por medio de outsourcing, es decir, por una segunda empresa que diluye la responsabilidad patronal de la empresa madre sobre sus empleados. Este formato se caracteriza por firmar contratos precarios que se renuevan cada tres meses y que impiden a los trabajadores siquiera soñar con una jubilación, algo que se ha vuelto común en México para los trabajadores de la prensa, pero también para amplios sectores de los trabajadores formales de la salud o servicios.
«Las empresas con las que nos contratan incluso van cambiando, aunque nosotros siempre producimos información para las mismas emisoras. No aportan al seguro social por el cien por ciento de nuestro sueldo e incluso nos dan de baja constantemente ante el seguro, una semana sí y otra no, para que no podamos cotizar. Así es cómo trabajamos», señaló.
La fuente explicó que las irregularidades son la norma, ya que no se les paga extra en domingos ni días festivos, que trabajan siempre, aunque el pago doble sí está contemplado dentro de las cláusulas de los contratos que firman cada tres meses.
«Afortunadamente cuando me enfermé, sí estaba dada de alta ante el seguro», porque lógicamente, al no poder guardarse en casa, se contagió de COVID-19.
«Fui a hacerme la prueba y salió positiva. En cuanto me dieron el resultado, fui con el patrón y le dije que me había contagiado y que necesitaba resguardarme y descansar, porque esas fueron las indicaciones médicas que me dieron. Pero me dijeron que fuera a mi casa, pero que mandara lo que pudiera y aunque no estoy enferma de gravedad como para hospitalizarme, sí me sentía mal», explicó la fuente que decidió ir ante el Instituto Mexicano del Seguro Social y tramitar por sí misma el período de incapacidad, que se le otorgó por 14 días.
«Cuando llevé a la empresa el documento del IMSS, siguieron insistiendo que aunque tuviera mi incapacidad, mandara notas. Les dije que no, que yo quería descansar y así fue como sucedió», explicó a Sputnik.
Despidos injustificados en el sur del país
Los periodistas y trabajadores de prensa que integran la Asociación de Periodistas del estado de Guerrero (APEG) así como la delegación 17 del Sindicato nacional de redactores de prensa (SNRP) fueron los únicos del país que se manifestaron ante el avasallamiento de sus derechos laborales.
A pesar de la importancia de la protesta a nivel nacional, solo los medios independientes como Amapola periodismo le dieron cobertura y publicaron sobre la concentración de reporteros en Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero, realizada el lunes 11 de mayo.
«Los recortes y la falta de pago empezaron a verse desde enero en algunos medios, que vieron que se venía la crisis y empezaron a prevenirse. Nos pagaban a cuentagotas, de a 1.000 pesos, otros ejecutaron recortes de salario de 50% y 20% a los sueldos de los reporteros, hasta que al día siguiente de la protesta, el patrón nos avisó por mensaje de texto que ya no enviáramos información, porque dijo que no iba a poder pagar y no quería seguir acumulando adeudo», relató a Sputnik uno de los periodistas que participó de la protesta.
Aunque no se concretó un despido formal de los trabajadores para la empresa periodística donde laboraba, tampoco se les dio ninguna garantía de que vayan a regresar a su puesto una vez que «pase la crisis».
«La protesta fue el punto final, porque ya tenían planteado despedirnos. Desconozco si a otros reporteros les ha pasado lo mismo, pero es seguro que casi ningún medio publicó nuestros reclamos», señaló la fuente. «Se teme que vaya a haber represalias porque los patrones se sienten agredidos, pero en esta situación, los reporteros somos los más afectados. Si bien ellos dicen que están en crisis, no están en quiebra porque siguen recibiendo dinero de publicidad, pero nuestro único ingreso es nuestro salario y quedamos en la vulnerabilidad», agregó.
A pesar de existir, como se dijo, esas dos organizaciones legítimas de trabajadores de prensa en el Estado no se las convocó a negociar las reducciones ni a buscar medidas que contuvieran los despidos, como se estipuló en el decreto de marzo del Gobierno Federal para la «contención» de la crisis laboral.
«En los medios donde hubo recorte salarial, no hubo ninguna negociación, simplemente informaron que así iba a ser. Tampoco dieron fechas de hasta cuándo, nada más dijeron que se recortaba el salario de los trabajadores por la crisis provocada por la pandemia, pero de ahí en adelante no informaron a nadie si se van a revertir los recortes salariales o los despidos al terminar», explicó el periodista guerrerense consultado.
Es evidente que si el panorama se presenta aciago para los trabajadores de prensa organizados, es doblemente difícil para los precarios que enfrentan la crisis en soledad.
«Nosotros vamos a seguir protestando porque no podemos quedarnos callados: es como dicen las consignas ´si nos callamos, ellos ganan´. Vamos a seguir haciendo presión para que no vaya a continuar esta situación porque la crisis apenas va a empezar y el panorama podría empeorar», concluyó.
Morir (reporteando) de COVID
El caso de la primera reportera fallecida por el nuevo coronavirus fue polémico. Martha Caballero era una periodista que se desempeñaba como subdirectora de comunicación en el ayuntamiento de Solidaridad (Quintana Roo), quien falleció el 25 de abril, tras haber contraído COVID-19.
Según se difundió públicamente, la reportera señaló en una carta que escribió mientras aún estaba internada, que contrajo la enfermedad como consecuencia de la negativa del titular de la dependencia para que la trabajaba de permitirle laborar desde casa, un dato que fue confirmado por la periodista Adriana Varillas con la familia de la víctima. Días más tarde, se conoció el fallecimiento de su compañero, el camarógrafo Johnatan Arana, quien cubría para la misma oficina estatal.
Además, se cuentan al menos otros cinco reporteros que han fallecido durante la pandemia. Y aunque no se ha podido confirmar que en todos los casos el motivo de su fallecimiento haya sido el nuevo coronavirus, sí se conoce que muchos de ellos estaban en situaciones de riesgo, a merced de las que continuaron reporteando.
Así fue el caso del fotógrafo David Alvarado, uno de los más experimentados de la fuente policiaca de Ciudad de México, quien falleció el 6 de mayo. El fotógrafo continuó trabajando para el diario Pásala, una de las publicaciones del Grupo Editorial Notmusa, a pesar de tener 63 años, padecer diabetes, daño hepático y una falla renal grave.
Por Eliana Gilet. Sputnik Mundo