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El misterio de los liberados

“Ya están en casa, sanos y salvos”. Con esa frase seca, repetida como mantra, familiares de los siete desaparecidos en Guadalajara intentaban convencerse de que la pesadilla había terminado. No hubo boletín oficial que explicara la liberación. No hubo operativo con sirenas ni chalecos antibala. Los soltaron, así nomás. Como si fueran pollos enjaulados a los que de pronto se les abre la puerta.
Pero toda liberación encierra un secuestro previo. Y este tiene nombre y fecha. El 25 de agosto se llevaron a Gary Omar Silva, Héctor Manuel Valdivia y José Manuel Arredondo. Cinco días después, el 30, cayeron Francisca “Frany” Arteaga, Gustavo Torres, Rodrigo Vázquez y Abraham Pacheco, alias “Yizus”. Dos levantones distintos, dos escenarios distintos… y sin embargo, la misma coreografía final: todos liberados casi al mismo tiempo.
La Fiscalía de Jalisco, tan celosa de aparecer en la foto cuando arma cateos televisivos, esta vez brilló por su ausencia. No hubo irrupción policiaca ni negociación pública. Simplemente los captores decidieron dejarlos ir. Un expediente verde diría: “se trató de un arreglo extrajudicial entre partes no identificadas”.
La ironía es que, pese a tratarse de hechos distintos, varias víctimas aseguran que compartieron la misma casa de seguridad. Una afirmó haber escuchado voces de otros plagiados. Coincidencias de este tamaño no existen. En el mundo del secuestro, lo simultáneo siempre huele a pacto.
Y aquí asoma el fantasma mayor: si no hubo rescate ni operativo, ¿qué hubo? Algunos malpensados —que en este país suelen acertar más que los fiscales— sugieren una negociación. ¿Entre quiénes? ¿Captores con captores? ¿Captores con alguien del Estado? ¿Captores con alguien que viste sotana o corbata? La pregunta se queda flotando porque la autoridad no está dando la cara.
Mientras tanto, los comunicados oficiales se refugian en la banalidad: “lo importante es que aparecieron con vida”. Como si ese detalle —lo mínimo que un Estado debe garantizar— fuera un logro digno de festejo. No se habla de los móviles, ni de los captores, ni de las razones. La versión oficial es silencio envuelto en celofán.
Lo grave no es sólo que siete personas hayan pasado por este carrusel de terror y milagro. Lo grave es el mensaje implícito: en Jalisco los secuestros también pueden ser de quita y pon, según convenga a las fuerzas en la sombra. Hoy los liberan, mañana quizá no. Y la Fiscalía, como siempre, mirando hacia otro lado.
Así comienzan las farsas históricas: con desapariciones que terminan en liberaciones misteriosas. Con captores que parecen tener más poder que el propio Estado. Y con autoridades que fingen investigar mientras acomodan el expediente debajo de la pila.
¿Así es el estilo Jalisco de resolver el regreso por liberación de los desaparecidos?
En X @DEPACHECOS