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Autotrén: El elefante blanco con rieles de PowerPoint

El gran sueño futurista de Zapopan se desinfló antes de ponerse en marcha. El proyecto del autotrén, ese capricho de ingeniería prometido con fanfarria como solución estrella de movilidad para el Mundial 2026, se nos murió en pañales. Ni siquiera alcanzó a arrancar: se le descargó la batería… antes de encenderlo. Si no fuera tan trágico, daría risa. O ganas de gritar.
La empresa Modutram México prometió lo imposible con la seguridad de un vendedor de aceites milagrosos: “Claro que se puede construir un sistema ferroviario elevado en siete meses, señor gobierno”. Y Zapopan, babeante por presumir modernidad ante los ojos del planeta fútbol, firmó. ¿Nadie revisó el calendario? ¿Nadie pensó en preguntar si esta gente sabía en qué año vivíamos?
Hoy lo único que queda es el recuerdo de una presentación de PowerPoint que, como muchas en la política mexicana, brilló más que la realidad. Nos prometieron vagones futuristas, andenes elevados y 45 segundos mágicos entre el Peribús y el estadio. En cambio, nos quedamos con un elevador… uno solo… como solución mágica para transportar a decenas de miles de personas. Si eso no es realismo mágico, no sé qué lo sea.
El fracaso no es menor. Hablamos de 300 millones de pesos en inversión privada, sí, pero también de una oportunidad política hecha trizas. ¿Dónde están las consecuencias? ¿Qué pasa con Modutram México, que primero dijo que sí podía y ahora, con la mano en la frente, se disculpa porque no le dan los tiempos? ¿Habrá sanciones? ¿Multas? ¿O todo quedará, como siempre, en la niebla de la impunidad disfrazada de “fallo técnico”?
Y ya que estamos preguntando, ¿cuántas más obras públicas están bajo el ala de esta empresa? ¿Cuántas podrían estar igual de abandonadas? Porque no vaya a ser que no solo se nos caiga el autotrén, sino también las banquetas, los pasos peatonales, o lo que quede del prestigio de los que firmaron los convenios.
El alcalde Juan José Frangie, atrapado entre la iniciativa privada y la exigencia pública, se quedó sin tren y sin excusas. Y ahora le toca dar la cara a los miles de aficionados que llegarán a un estadio diseñado para no ser alcanzado. Que vayan caminando, dice. ¿Y si no pueden? Que tomen el elevador. ¿Y si no cabe la multitud? Que vayan en unicornio.
Así se nos va otro proyecto al bote de la basura, justo al lado de la dignidad institucional y los manuales de planeación urbana. El autotrén no fue una promesa rota: fue un delirio colectivo, un espejismo disfrazado de modernidad, que duró lo que dura un ciclo electoral.
Y lo más grave no es que se haya cancelado. Lo más grave es que nadie va a pagar por ello. Ni los que firmaron alegremente, ni los que aplaudieron sin leer una sola hoja del proyecto, ni los que vendieron humo a nombre de la eficiencia privada. Aquí, como siempre, la única constante es la irresponsabilidad con corbata.
El Mundial pasará, las cámaras se apagarán, y nosotros seguiremos con las mismas calles, las mismas ocurrencias, y la misma alergia a planear con seriedad.
El único tren que de verdad sigue funcionando en México es el de las excusas. Y ese no lo para nadie.
En X @DEPACHECOS