El Congreso local de Jalisco ha sido, últimamente, un teatro de sombras. En el escenario aparecen diputados, coordinadores y senadores, pero no es difícil percibir quién mueve realmente los hilos. Los actores secundarios se debaten entre seguir un guion impuesto o gritar su verdad, aunque esta termine por convertirlos en disidentes incómodos para sus propias filas. En el centro de esta puesta en escena está la diputada Brenda Carrera, quien, al parecer, ha optado por lo segundo: romper el silencio.
Por medio de un comunicado, la legisladora pone al descubierto fracturas internas en Morena, pero no solo eso; exhibe con toda crudeza el juego de negociaciones y acuerdos que ocurren tras bambalinas. Morena, ese partido que alguna vez prometió ser un faro de cambio en la política mexicana, parece estar cediendo espacios estratégicos en Jalisco a Movimiento Ciudadano. ¿Por qué? La pregunta retumba, pero la respuesta es igual de esquiva que las explicaciones sobre el famoso refinanciamiento de la deuda estatal.
Brenda Carrera lo dice sin tapujos: Morena actúa como comparsa de MC. Las votaciones claves, las presidencias de comisiones, los acuerdos entre bancadas… todo parece estar pactado, y no precisamente para el beneficio del pueblo. En su diagnóstico, el coordinador de la bancada morenista, Miguel de la Rosa, no sabe negociar ni con su propio grupo, mientras que el senador Carlos Lomelí, un viejo conocido de la política local, intenta controlar el Congreso como si se tratara de una extensión de su voluntad personal.
Aquí se mezclan la soberbia de algunos liderazgos con una desconexión evidente de la realidad. Lomelí, desde su posición, parece decidido a aplicar la máxima de siempre: el que no se alinea, se le quiebra. La diputada Carrera ha sido clara en sus acusaciones de violencia política, y esto nos lleva a una reflexión necesaria: en el discurso, todos los partidos se envuelven en las banderas de la igualdad de género y la no violencia, pero a la hora de las definiciones, las mujeres siguen enfrentando un sistema donde disentir equivale a ser traidoras.
Morena tiene en Jalisco una encrucijada peligrosa. Mientras el gobernador Pablo Lemus y su partido Movimiento Ciudadano avanzan con paso firme, los morenistas locales parecen más ocupados en pelearse entre ellos o en atender las “instrucciones” que vienen de fuera. Las consecuencias de esto son evidentes: el pueblo de Jalisco, al que tanto invocan en sus discursos, queda siempre en el último lugar.
La denuncia de Carrera sobre los Verificentros, el “robo del siglo”, no es menor. Quien aprobó ese esquema cargará con la responsabilidad histórica, pero hoy nadie parece dispuesto a asumir culpas. El Congreso se sigue manejando como si todo esto fuera un juego de mayorías, olvidando que detrás de cada decisión hay miles de ciudadanos que viven la realidad de un estado desigual y olvidado en sus municipios más pobres.
La diputada Carrera ha lanzado un reto incómodo para Erika Pérez y su propio partido: expulsar a uno significa expulsar a todos. No es solo un desafío retórico, sino un llamado a revisar las entrañas de Morena en Jalisco, donde los acuerdos oscuros y la sumisión a intereses externos parecen haberse convertido en la norma.
Mientras tanto, Carlos Lomelí, ese personaje tan mencionado, deberá responder no solo por las acusaciones que hoy pesan sobre él, sino también por su papel en las elecciones pasadas, donde, según lo que insinúa Carrera, habría jugado en dos canchas al mismo tiempo. Si Morena quiere mantener la confianza del electorado en Jalisco, más vale que empiece a limpiar su casa antes de que las grietas se conviertan en derrumbes.
Porque, como siempre, detrás del ruido, el pueblo observa. Y el pueblo no olvida.
¿Será esta la primera voz disidente de muchas más? El tiempo, como siempre, pondrá a cada quien en su lugar.