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Puerto Seco: el choque de egos entre Lemus y Uribe

En México, cuando se discute infraestructura, casi nunca se habla de ingeniería, logística o competitividad. Se habla de política, de egos y de territorios de poder. El caso del Puerto Seco de Acatlán de Juárez es un ejemplo perfecto: un pleito más cercano a las grillas palaciegas que a la planeación portuaria.
Uribe: el burócrata obediente
Alberto Uribe Camacho, coordinador del Corredor del Bienestar del Pacífico, se convirtió en la voz de la Federación para recordar lo obvio: “lo importante es ampliar Manzanillo, no el Puerto Seco”. Una declaración tan seca como el proyecto jalisciense, pero con todo el peso de una instrucción política disfrazada de criterio técnico.
Uribe no habla por sí mismo. Habla por una Federación que no quiere darle un solo triunfo a un gobernador de Movimiento Ciudadano, mucho menos en tiempos donde cada peso y cada proyecto se interpreta en clave electoral.
Lemus: el opositor que juega al valiente
Pablo Lemus reaccionó como boxeador al que le pisan el orgullo: devolviendo el golpe, elevando el tono y dejando frases hechas para la tribuna. No se guardó nada: “Lo bonito es hablar con el dueño del balón y no con quien tira las patadas”. Una pedrada directa contra Uribe, con la que buscó minimizarlo como simple mandadero.
Lemus intenta vender la imagen del gestor audaz que negocia directo en la cúpula y no se distrae con intermediarios. El problema es que en el camino exhibe su ansia de reflectores y su propensión a convertir cada proyecto en escenario de campaña.
La disputa es grotesca: un gobernador que presume reuniones privadas con Hacienda como si fueran garantía de éxito, y un funcionario federal que, desde la comodidad del centralismo, le recuerda que las prioridades se deciden en la Ciudad de México, no en Guadalajara.
El Puerto Seco se volvió balón de futbol. Lemus y Uribe se lo pelean, pero en realidad ambos buscan lo mismo: salir en la foto como el que manda. El puerto, la carga y la competitividad son apenas excusas en un juego de poder.
Lemus promete que el proyecto va “viento en popa”. Uribe asegura que lo urgente es Manzanillo. Ambos discursos se cancelan, y lo único cierto es que ni Jalisco ni Colima ven resuelto el atasco que asfixia al comercio.
El empresariado observa con escepticismo: llevan años escuchando promesas de descongestionar la ruta a Colima y la saturada López Mateos, pero siguen pagando los costos de la ineficiencia. En este tablero, los únicos que pierden son los transportistas, los exportadores y la economía regional.
Egos primero, ciudadanos después
La frase de Lemus sobre el “dueño del balón” revela más de lo que él quisiera: que su estrategia no es institucional, sino personalista; que, no apuesta a convencer a las áreas técnicas, sino a saltar la fila para hablar directo con la Presidenta. Una jugada peligrosa que alimenta su ego, pero arriesga a Jalisco.
Uribe, por su parte, juega su propio papel: el del burócrata fiel que se ajusta al guion federal, aunque eso signifique negarle oxígeno a un proyecto que podría tener sentido logístico.
Así que no nos engañemos: el Puerto Seco no está “viento en popa”, ni Manzanillo se resolverá por decreto. Lo que sí avanza, a toda máquina, es la disputa de egos entre un gobernador que quiere medirse con la Federación y un funcionario que se siente guardián del centralismo.
En México, los proyectos estratégicos no se deciden en los planos, sino en los pleitos. Y mientras Lemus y Uribe se lanzan frases de estadio, la economía real sigue pagando el precio de un país donde la política siempre juega con el balón, pero nunca mete goles.
En X @DEPACHECOS