OPINIÓN

SIAPA EN RUINAS: LA DENUNCIA DE SERGIO CHÁVEZ

En esta ciudad nuestra, el agua ya no es líquido vital: es negocio, botín, y pretexto para discursos que se evaporan. La entrevista del alcalde de Tonalá, Sergio Chávez Dávalos, en Radio Metrópoli, no hace más que confirmar lo que todos sabemos y pocos se atreven a decir: el SIAPA dejó de ser organismo técnico para convertirse en agencia de colocaciones, feria de aviadores y aparato recaudador sin responsabilidad alguna.

Ahí está el símbolo de la podredumbre: el socavón en la Avenida Malecón, a la vista de todos, convertido en monumento al desdén. Dos meses después, no hay plan maestro ni reingeniería; solo albazos tarifarios que intentan colarse en lo oscurito con aumentos del 15% o del 8%, como si los ciudadanos fuéramos cajero automático de las torpezas oficiales.

Sergio Chávez lo dijo sin anestesia: el SIAPA ya no regula ni administra. Reparte permisos a fraccionamientos como si fueran rifas de kermés, mientras los municipios cargan con las fugas, socavones y drenajes reventados. El organismo cobra; los alcaldes pagan. Y la ciudadanía, claro, financia la farsa.

La historia es conocida: Aristóteles Sandoval, en 2013, sacó a los alcaldes del Consejo de Administración y desde entonces el SIAPA opera como secretaría satélite del Ejecutivo. ¿Resultado? Una nómina inflada por todas las siglas partidistas y familiares distinguidos. Para muestra, aquel cargo inventado en los tiempos de Emilio González: “Dirección de Cultura del Agua”, 85 mil pesos mensuales para repartir volantes en las plazas. Una caricatura que se volvió costumbre.

Mientras el SIAPA vive de ocurrencias, los municipios rascan recursos propios para hacer el trabajo que no hace el organismo. Chávez lo admitió: compró un camión vactor de casi un millón de dólares para suplir la ineficiencia. “Si nos auditaran, encontrarían desvíos”, dijo. Y tiene razón: la desesperación obliga a tapar socavones con dinero que debía destinarse a otras obras. El problema es que, mientras tanto, el SIAPA sigue recaudando religiosamente sus cobros.

El colmo: 17 mil millones de pesos en cartera vencida. Una deuda que los políticos prefieren esconder bajo la alfombra porque cobrarla implicaría “castigar” al electorado. El cálculo electoral ha secado más tuberías que la sequía. El alcalde propone un borrón y cuenta nueva que podría recuperar 7 mil millones. Pero aquí no se piensa en finanzas públicas, sino en las urnas.

El gobernador habla de “agencias del agua” y “reingenierías”. Frases bonitas para seguir maquillando un cadáver. El problema no se resuelve cambiándole el nombre al SIAPA, sino devolviendo a los alcaldes las sillas en el consejo, como socios verdaderos. No representantes decorativos en comités inútiles, sino contrapesos reales. Porque de lo contrario, el organismo seguirá siendo botín de partidos y guarida de aviadores.

El SIAPA nació en 1979 para administrar el agua de la metrópoli. Hoy administra nóminas, favores y complicidades. Mientras tanto, el agua llega a cuentagotas y las tuberías revientan con la misma frecuencia que las promesas de los políticos.

El alcalde de Tonalá ha puesto el dedo en la llaga, pero no basta con describir el tumor: hay que extirparlo. De lo contrario, la ciudad no solo seguirá pagando tarifas injustas: también financiará la peor de las sequías, la sequía moral de una clase política que convirtió el agua en mercancía y el servicio público en botín.

En X @DEPACHECOS

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