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El silencio que hiede

Por más que el Gobierno de Jalisco intente normalizarlo con boletines asépticos y conferencias sin alma, hay cifras que por sí mismas configuran una acusación. Más de 100 víctimas extraídas de fosas clandestinas activas en lo que va del año. No hablamos de hallazgos antiguos, de restos olvidados por el tiempo o del pasado oscuro que algún funcionario quisiera colgarle a otros. No. Son fosas vivas, abiertas, recientes. Son cuerpos que se siguen apilando mientras la autoridad administra discursos.
La vicefiscal Blanca Trujillo Cuevas reconoce el dato como quien ofrece un parte de tráfico: más de cien víctimas desde los puntos forenses de intervención en Jalisco; 61 en Las Agujas, Zapopan; 15 en Arroyo Hondo; 30 en San Sebastiánito, Tlaquepaque; y todavía más por confirmar en los alrededores. La contabilidad del horror. Cuerpos que aparecen como si el subsuelo estuviera devolviendo una deuda que nunca pidió.
Uno pensaría que un Estado democrático, cuando encuentra decenas de cadáveres bajo tierra, detiene sus relojes y exige explicaciones. Pero aquí ocurre lo contrario: todo se explica demasiado rápido. Se ofrece como un “avance”, una evidencia de que se trabaja, de que hay coordinación. Pero nadie dice lo esencial: ¿cómo es posible que Jalisco siga produciendo fosas como si fueran una industria?
Porque detrás de cada fosa activa hay algo más profundo que un crimen: hay un sistema.
En Las Agujas, donde el Gobierno ya había anunciado la conclusión de los trabajos, resulta que siempre había más. Que la tierra seguía hablando, que la presión de los colectivos obligó a reabrir la búsqueda. Sesenta y un víctimas: 27 ya preidentificadas por cotejo de datos y perfiles genéticos. Es decir, familias enteras que esperaron años lo que hoy se resume en un número.
En Arroyo Hondo, otros quince cuerpos. En San Sebastiánito, treinta. Y el cinismo institucional llega a tal grado que se anuncia “judicialización contra quien resulte responsable”, incluso si eso alcanza a servidores de administraciones anteriores. Una frase hecha que se repite como amuleto: responsables abstractos, nunca nombres. Responsabilidad diluida, como si la Fiscalía pudiera usar el lenguaje para borrar la sangre.
Sabemos que, cuando el poder habla en abstracto, es porque alguien con nombre y oficio está siendo protegido. Y aquí no es diferente.
Las fosas no son fenómenos naturales. No se forman por erosión ni por lluvias atípicas. Se forman porque alguien manda matar, alguien mata, alguien cava, alguien permite que se cave y alguien mira para otro lado. Y si ese “alguien” persiste durante años, significa que las estructuras del Estado están parcialmente capturadas, infiltradas o simplemente anestesiadas.
El discurso oficial pretende vender la búsqueda como un logro. Pero cualquier persona que haya acompañado a los colectivos de familiares sabe que la mayoría de estos hallazgos no provienen de la estrategia gubernamental, sino de la terquedad de madres, hermanas y padres que caminan con palas, varillas y perros entrenados. La investigación comienza con ellas, no con la Fiscalía.
Lo más grave es lo que no se dice: que estas son fosas activas. Eso quiere decir que mientras usted lee estas líneas, alguien está desapareciendo a otra persona en algún punto del estado, con la tranquilidad de que el terreno es fértil para ocultarla. Que el crimen organizado sigue marcando territorio, que la autoridad llega tarde o prefiere no llegar.
Y mientras tanto, la narrativa oficial insiste en que las cosas “van mejor”, que hay “coordinación”, que el problema “viene de antes”.
Sí: de antes, de ahora y —si nadie rompe el pacto de silencio— también de después.
Lo que hoy sabemos, gracias a estos hallazgos, es que Jalisco sigue siendo un cementerio horizontal, un mapa perforado por fosas que brotan como síntomas de un Estado rebasado. Y que la justicia, cuando llega, lo hace a cuenta gotas y con la mirada puesta siempre en el pasado, nunca en la estructura política que sostiene el presente.
En politica, cuando un gobierno presume la excavación de sus propias atrocidades como un logro administrativo, es porque perdió la capacidad de ver el horror que administra.
Y esa, quizá, es la fosa más profunda de todas.
En X @DEPACHECOS











