La tinta de las firmas aún está fresca en los documentos que los aspirantes a las nueve gubernaturas por Morena rubricaron en la Ciudad de México. Papeles que estamparon con la solemnidad de quien acepta un destino predeterminado, aunque sea en un escenario donde las reglas del juego siempre son truculentamente maleables.
Mario Delgado y Claudia Sheinbaum, cual árbitros de una partida de ajedrez, dejaron claro que el método de la «encuesta definitiva» será el faro que guíe la distribución de candidaturas, añadiendo un toque de modernidad con la paridad de género. Pero, ¿hasta dónde podemos confiar en la imparcialidad de las casas encuestadoras, especialmente cuando la sartén del poder la tiene bien agarrada la dirigencia nacional?
El detalle insidioso recae en la ausencia de un periodo de veda y la falta de sanciones en caso de dispendios en publicidad. Aquí, damas y caballeros, radica el germen de una perversión sistemática. ¿Podrán los aspirantes resistir la tentación de utilizar recursos públicos para autopromoción cuando no hay una guillotina normativa que pende sobre ellos?
Por otra parte, el factor político – esa carta bajo la manga que permite a los dirigentes torcer la realidad a su antojo – se erige como la invisible mano que podría decantar el proceso. Un ejemplo, el diputado Sergio Ramírez, ¿apoyará de corazón a Rocío Nahle en Veracruz tras años en campaña? Y no olvidemos a Ignacio Mier en Puebla, cuyos esfuerzos por cortejar al poder presidencial podrían quedar en saco roto ante el auge de Alejandro Armenta. ¿El regidor de Guadalajara Carlos Lomelí apoyará a Chema Martínez de resultar el diputado ganador en la encuesta?
Aspirantes, 53 en total —el 54, Héctor Tejeda, se bajó del barco—, han aceptado «de buena gana» las reglas del juego. Se desconoce si a los perdedores se les ofrecerá un ‘premio de consolación’. Pero si pensamos que no habrá «marcelazos», estamos siendo tan ingenuos como pensar que en la política no se cocina todo en la trastienda.
De acuerdo con los documentos firmados, los aspirantes ya aceptaron que no habrá “marcelazos”, pero firmar un papel no garantiza una verdadera unidad ni detiene las navajas bajo la mesa. Además, lo que esté en papel puede ser tan volátil como la política misma, especialmente cuando las recompensas del poder son tan suculentas.
En fin, todo se sabrá el 30 de octubre, cuando se publiquen los resultados de esa encuesta que más que madre, bien podría ser la madrastra de todas las encuestas. Estaremos aquí para contárselos, no tengan duda, y si la historia nos ha enseñado algo, es que en política, las sorpresas son la única constante.
Así que apretémonos los cinturones, la partida apenas comienza y el tablero político de Morena está lleno de peones dispuestos a sacrificarse por la reina, pero, ¿a qué costo? Ahí está el meollo del asunto.
Y recuerden, en política no hay muertos, sólo heridos que buscan revancha.