En el siempre cambiante tablero de ajedrez que es la política mexicana, pocas maniobras han sido tan audaces como la del aún gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien busca saltar desde la silla estatal al águila presidencial. García pide licencia para unirse a la contienda presidencial de 2024, bajo los colores de Movimiento Ciudadano, mientras el líder del partido, Dante Delgado, anuncia con orgullo su apuesta.
Sin embargo, quien juega con fuego se arriesga a quemarse. García no es un recién llegado a este juego; es un abogado de formación con un historial político que incluye mandatos como diputado y senador. Pero ¿quién olvida el aroma a escándalo que le rodea? Acusaciones de lavado de dinero y despojos inmobiliarios tiñen su breve mandato en Nuevo León. Su ambición parece no tener límites, pero tampoco sus desafíos.
Para dejar su cargo estatal, necesita al menos 22 votos en el Congreso neoleonés, cuando su partido solo cuenta con 11 legisladores. Ahí se pone interesante el drama político: se requerirá del apoyo de los legisladores del PAN y del PRI para que García pueda volar más alto. La incógnita persiste.
José Luis Monterde Ramírez, experto en derecho electoral, arguye que negarle la licencia sería vulnerar su derecho humano de nueva generación a participar en el proceso electoral. Invoca el artículo 133 constitucional y la Supremacía de Leyes. ¿Es entonces Samuel García un aspirante irrefrenable por la vía legal? Tal vez sí, pero la ética y la moral son otro cantar.
Es aquí donde el sistema político mexicano demuestra su fragilidad. Sí, el derecho electoral es un pilar democrático, pero ¿a qué costo? El país ha avanzado en proteger este derecho, pero la picaresca política aún encuentra vericuetos para satisfacer ambiciones personales, obviando el bienestar del electorado.
Samuel García representa la tercera fuerza política que podría llegar a la boleta electoral de 2024, desafiando a los ya establecidos Morena, PAN y PRI. Un batacazo, sin duda, pero que no debe pasar por alto el ejercicio consciente del voto, por el bien de un país que ya ha pagado un alto precio por los errores del pasado.
Las aspiraciones de García, alimentadas por Dante Delgado y las promesas de una mega planta de Tesla, añaden una capa más a la compleja y a veces grotesca obra que es la política en México. El telón está por levantarse. Esperemos que no sea una tragedia.